Breve historia del museo

La iniciativa  de hacer un Museo de arte en A Coruña surge a finales del siglo XIX.

Hubo que esperar hasta 1922 para asistir a la creación oficial del Museo, sin un emplazamiento fijo en aquellos años.

Gracias a la acción de personajes destacados como Ángel del Castillo, quien fue el primer director del centro, se fue formando la colección del museo con la adquisición de los primeros cuadros y esculturas.

En 1938, por iniciativa del pintor Fernando Álvarez de Sotomayor, se cede parte del Edificio del Consulado del Mar para albergar la colección del Museo de Belas Artes, compartiendo espacio con la Real Academia de Bellas Artes y la Biblioteca del Consulado.

En 1947 el museo abre las puertas al público por primera vez.

En el edificio del Consulado la colección fue ampliándose a través de donaciones, depósitos y adquisiciones propias.

En los años ochenta es catalogado como Museo de titularidad estatal, y comienza a recibir un presupuesto regular del Ministerio de Cultura.

Debido al crecimiento de la institución, el viejo edificio de la calle Panaderas se fue quedando claramente insuficiente ante la necesidad de tener en la ciudad un Museo moderno, que ofreciese las mejores condiciones de exposición, de conservación y de seguridad. 

La mañana del 16 de septiembre de 1985 fueron robadas dos obras de Rubens de una de las salas de la antigua sede (finalmente recuperadas y hoy en día expuestas), dejando en evidencia que era necesario construir un nuevo edificio para el museo.

Se decidió la edificación de un nuevo museo muy cerca de donde estaba el antiguo. El encargo recayó en el prestigioso arquitecto Manuel Gallego Jorreto (que consiguió el premio Nacional de Arquitectura con su proyecto). 

Mientras, la Xunta de Galicia asumió la gestión del museo en el año 1989, dentro del programa de cesión de competencias a la Comunidad Autónoma de Galicia en materia de cultura.

El nuevo edificio fue finalmente inaugurado en 1995. Más de 5000 metros cuadrados con toda la equipación necesaria para  el desarrollo de un proyecto museográfico moderno. Un edificio en el que se combina la arquitectura del viejo convento de las Capuchinas –en parte recuperado- con el edificio de nueva planta, en el que predomina el uso del granito, el cristal y la madera, creando así un nuevo hogar para una colección que no dejó de crecer en cantidad y calidad.