Las copias da las pinturas de Velázquez obedecen al deseo ilustrado de divulgar el arte y la cultura española mediante la estampa, proyecto que desembocaría en la posterior creación de la Calcografía Nacional.

Al abordar este serie, Goya carece de experiencia como grabador, lo que no le impide romper con la técnica academicista tradicional de la talla dulce y apostar por el lenguaje del aguafuerte, más libre y dinámico, que le permitirá captar con mayor eficacia las veladuras y transparencias velazqueñas.

Consciente de la diferencia de resultados entre el grabado y la obra velazqueña, centrará sus esfuerzos en captar los efectos pictóricos frente a la copia veraz. Poco a poco evoluciona hacia una mayor depuración formal, con el uso de la punta seca y el buril, e introduciendo la aguatinta en sus estampas finales, un recurso con el que reflejar mejor los efectos pictoricistas.

El Museo de Belas Artes da Coruña custodia desde 1993 trece grabados de esta serie que pertenecen a una edición realizada en 1936 y que fue adquirida por la Real Academia Galega de Belas Artes.