Perteneciente a un periodo de madurez, Rosalía representa un paso más en la intensificación del expresionismo respecto a etapas anteriores. En esta obra convive la abstracción con unas sugerencias figurativas en forma de rostros y figuras humanas delimitadas por trazos blancos y negros, que se superponen a un fondo indefinido de colores y manchas, convirtiéndose en estructuras simbólicas, una especie de magma donde el ser humano se fusiona indisolublemente con el medio. Así, el autor retorna a la diferenciación entre lo lineal y lo cromático que ya había empleado en la década de los 70, para acentuar las ambivalencias entre la figuración y la abstracción.
Desde el punto de vista técnico, esta monumental composición es trabajada a través de manchas alargadas, con una actitud expresionista y gestual que, en el caso de los blancos, como escribe Simón Marchán, parecen haber sido lanzados contra el lienzo indefenso, dejando notar los rastros del goteo y de las manchas yuxtapuestas y contrapuestas. En este proceso en el que recurre al automatismo como método de trabajo, el color adquiere un especial protagonismo, agudizado por el dramatismo que provoca el contraste entre los blancos y los negros, salpicados de amarillos, negros y azules.
Perteneciente a un periodo de madurez, Rosalía representa un paso más en la intensificación del expresionismo respecto a etapas anteriores. En esta obra convive la abstracción con unas sugerencias figurativas en forma de rostros y figuras humanas delimitadas por trazos blancos y negros, que se superponen a un fondo indefinido de colores y manchas, convirtiéndose en estructuras simbólicas, una especie de magma donde el ser humano se fusiona indisolublemente con el medio. Así, el autor retorna a la diferenciación entre lo lineal y lo cromático que ya había empleado en la década de los 70, para acentuar las ambivalencias entre la figuración y la abstracción.
Desde el punto de vista técnico, esta monumental composición es trabajada a través de manchas alargadas, con una actitud expresionista y gestual que, en el caso de los blancos, como escribe Simón Marchán, parecen haber sido lanzados contra el lienzo indefenso, dejando notar los rastros del goteo y de las manchas yuxtapuestas y contrapuestas. En este proceso en el que recurre al automatismo como método de trabajo, el color adquiere un especial protagonismo, agudizado por el dramatismo que provoca el contraste entre los blancos y los negros, salpicados de amarillos, negros y azules.