Goya, Francisco de
En Zaragoza, su ciudad natal, entró en el taller de José Luzán, de formación napolitana y vinculado a la Academia de Dibujo. Más adelante siguió su formación con Francisco Bayeu Subías y se trasladó a Madrid en 1763, siguiendo a Bayeu, que trabajaba en la decoración del Palacio Real y después viajó a Italia en 1769. El Cuaderno italiano recogía anotaciones de las ciudades que visitó, entre ellas Bolonia, Venecia, Parma y Milán. Varios dibujos del Cuaderno italiano copian esculturas clásicas de Roma, así como las primeras ideas documentadas de cuadros tempranos, algunos pintados ya en España, donde regresó en 1771.
Llega a Madrid en 1775 para iniciar su trabajo como pintor de cartones de tapices para la Real Fábrica de Santa Bárbara, y entre 1776 y 1778 pintó los cartones para el comedor de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo con escenas de la vida popular en Madrid, como el Baile a orillas del Manzanares y El quitasol, con tipos populares y divertidas historias cargadas de contenido satírico y moralizante, enlazando con la corriente popular favorecida por la Ilustración. Entre 1778 y 1780 pintó las series de cartones de tapices del dormitorio de los príncipes de Asturias, en El Pardo. Se fechan entonces las estampas sobre obras de Velázquez de la colección real.
En 1780, con el clasicista Cristo en la cruz ingresó como miembro de mérito en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; década en que comenzó de lleno su actividad como retratista. Goya fue nombrado teniente director de Pintura de la Academia de San Fernando en 1785 y al año siguiente a propuesta de Maella, se le nombró pintor del Rey. Se reanudaron sus trabajos para la Fábrica de Tapices tras seis años de inactividad, y en 1786-1787 realizó la serie de las Cuatro Estaciones para el comedor del príncipe en El Pardo, y en 1788 los bocetos para los cartones de tapices del dormitorio de las infantas, entre los que destacan La pradera de San Isidro y La gallina ciega, único del que ejecutó el cartón porque se suspendieron los trabajos por la muerte de Carlos III.
Goya había alcanzado una excelente situación en la Corte, pintando ya entonces para la alta aristocracia, y desde luego para el Rey, de quien realizó el retrato como cazador hacia 1787. Concluyó ese decenio con su nombramiento en 1789 como pintor de Cámara y con los retratos de los nuevos reyes, Carlos IV y María Luisa de Parma.
Hacia fines del año 1790 aparecieron los primeros síntomas de la grave enfermedad que le sobrevino a principios de 1793, aunque reanudó plenamente su actividad en 1795, con retratos y cuadros de encargo. Se fecha entonces su acercamiento a Godoy, así como el mecenazgo de los duques de Alba. A la muerte de Bayeu, en agosto de 1795, Goya fue nombrado director de Pintura de la Academia e inició en ese brillante período sus álbumes de dibujos, los llamados Álbum de Sanlúcar y Álbum de Madrid, fechados hacia 1794-1795, Planteó en ellos las primeras ideas para esas obras maestras de la sátira contra vicios y costumbres de la sociedad que fueron Los Caprichos, publicados en enero de 1799. A principios de 1797 renuncia a su cargo de director de Pintura de la Academia y la liberación de las responsabilidades de la Academia determinó los años más prolíficos de la vida de Goya con retratos excepcionales y obras como la Maja desnuda y la Maja vestida. Por estas fechas realiza los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida así como los nuevos retratos reales. Culminó la década de 1790 con el nombramiento de Goya como primer pintor de Cámara.
Dicho patrocinio real, y de Godoy, siguió durante los primeros años del siglo XIX, iniciándose en 1800 con la espectacular Familia de Carlos IV. La faceta de los retratos privados es excepcionalmente rica en estos años; en ellos Goya define el retrato aristocrático y al mismo tiempo, el auge de la sociedad burguesa propició el retrato de esa nueva clase social que pintó desde sus inicios en obras más íntimas, sobrias y realistas, de aguda psicología. Goya permaneció en Madrid durante la Guerra contra Napoleón (1808-1814). Trabajó en los aguafuertes de los Desastres de la guerra, denuncia de la violencia sobre el pueblo indefenso, y en la Tauromaquia, publicada en 1815. En 1814 se gestó, por la Regencia, el encargo de los dos grandes lienzos del Dos y Tres de mayo en Madrid, con el brutal ataque de los patriotas víctimas de la invasión y de la despiadada respuesta de los franceses.
A partir de 1815 el artista se fue alejando de la Corte, sustituido en el gusto del monarca por Vicente López, por lo que se centró en su actividad privada: retratos, cuadros para la Iglesia, en los dibujos, en las últimas láminas de los Desastres, los llamados Caprichos enfáticos, y en la serie de los Disparates. En 1818 se traslada a una casa de campo a las afueras de Madrid, conocida como la Quinta del Sordo, que guardaría sus Pinturas negras y en 1824, tras obtener la licencia del rey, marchó a Burdeos. Su actividad se centró en obras íntimas, de pequeño formato, como una serie de miniaturas sobre marfil, de las que se conocen algunos ejemplos. El período de Burdeos se define, sin duda, por las obras sobre papel. Se apasionó entonces por una técnica nueva, la litografía, y se sirvió del establecimiento de Cyprien Gaulon para imprimir la serie de los Toros de Burdeos, impresionantes visiones de la fiesta nacional que sobrecogen por su gran tamaño y su brutal denuncia de la violencia del ser humano, idea que le había preocupado durante toda su vida.